jueves, 25 de septiembre de 2008

La Santa Muerte en Yucatán

Los mexicas la llamaban Mictecancuhtli, la diosa de la muerte, de la obcuridad. Para llegar a ella había que pasar por numerosos obstáculos, entre desiertos y colimas, vencer al cocodrilo Xochitonal así como a vientos de filosas piedras de obsidiana.
A Mictecancuhtli le encomendaban mixtecas y aztecas a sus muertos, pero también la invocaban para pedirle el poder de la muerte. Esta creencia prehispánica, que se ocultó por siglos en su propio templo de la antigua Tenochtitlan, resurgió hace unos 15 años conjuntamente con la violencia en el país y adoptó varios nombres: La Santa Muerte y la Niña, entro otros.
Las estatuas tenebrosas de la Santa Muerte se hacen en colores rojo, blanco, y negro (para el amor, la suerte, la protección). Las ofrendas incluyen flores, tequila, comida e incluso tabaco y marihuana.
En los últimos años se han multiplicado los centros de veneración, casas y templos improvisados y, sobre todo, el alto consumo de artículos relacionados con imágenes, fetiches y representaciones que se venden en mercados populares, como el San Benito de esta ciudad.
Entre los 2 millones de mexicanos que forman la base social de ese culto figuran personas de escasos recursos económicos, narcotraficantes, ambulantes, taxistas, vendedores de productos pirata, niños de la calle, prostitutas, carteristas y bandas delictivas tienen una característica común: no son muy religiosos, pero tampoco ateos.
Muchos otros grupos delictivos, como la Mara Salvatrucha, se han refugiado en la Santa Muerte, imagen que los representa y protege porque es una deidad funcional, acorde con sus actividades, ya que violencia, vida y muerte están estrechamente unidas.
La detención de Daniel Arizmendi López, el mochaorejas, en 1998, permitió al público penetrar un mundo de rituales oscuros y violentos conocido solamente por los devotos: el secuestrador mantenía en su guarida un altar a la Santa Muerte.
De esta forma, el culto a la Santa Muerte quedó asociado en el imaginario colectivo con acciones criminales de la peor calaña. Los ejemplos abundan:
En abril de 2001, fue detenido Gilberto García Mena, uno de los jefes del Cártel del Golfo. “En su mansión”, en Tamaulipas, tenía una choza que funcionaba como capilla de la Santa Muerte, un esqueleto al que se invoca, reza y rodea de veladoras en busca de poder y protección”.
Por el tipo de milagro solicitado (protección contra agresiones, éxito en el robo, el deceso de un enemigo o amores imposibles) a ella se acogen “los que no le pueden pedir favores a otros santos”.
Hace diez años, en Tepito sólo habían dos templos y ahora hay más de 20 que funcionan con “una estructura de obispos, arzobispos y curas”,.
En el caso de los narcotraficantes, delincuentes, ex convictos y secuestradores, que son sus principales seguidores, es porque le piden al "maligno" que los ayude en sus ilícitos, situación que Dios no permitiría.
El 1 de noviembre pasado, en Pedro Escobedo, Querrero, Milton de Jesús y Rosa María fueron declarados marido y mujer ante la imagen de la niña blanca, también conocida como la santa muerte. Ellos se convirtieron en los primeros esposos en México que se unen en matrimonio en una de las capillas dedicadas a la santa muerte.
Los yucatecos, al parecer cada día en mayor número, prestan oídos a esa creencia. En días pasados tres mujeres dejaron en una bolsa en la iglesia de Progreso tres imágenes de la Santa Muerte y, apenas ayer, personal de la Policía descubrió en la casa de playa de un presunto cobanos radicado en Chelem, imágenes y altares de la Santa Muerte y algunos objetos que lo relacionan con la santería.
Ante esas inobjetables manifestaciones, el culto a la Santa Muerte es ya un fenómeno social que debe ser estudiado con seriedad. Incluso, nos atrevemos a sugerir, como medida preventiva ante esta violencia generalizada que estamos viviendo en Yucatán.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Divorcios y suicidios en Navidad

Pasado mañana, cuando los meridanos celebremos el cumpleaños 466 de nuestra ciudad, el mundo católico estará celebrando la Epafanía del Señor, es decir, la presentación de Jesús, para algunos a los Reyes Magos, para otros mediante su bautizo en el río jordán.

Pero la fiesta del 6 de enero no es exclusiva ni de los meridanos ni de los católicos. Muchos países celebran ese día diferentes acontecimientos. Por ejemplo, es el día de Navidad en Serbia y en Armenia, es el bautismo de Cristo para algunos ortodoxos y, el día de las mujeres en Irlanda.

La agencia española EFE nos recuerda que, durante los tres primeros siglos del Cristianismo, toda la cristiandad festejaba la Navidad el 6 de enero y si hoy en muchos países se celebra el 25 es porque “en el siglo IV en Roma se impuso una necesidad práctica”.

“Ese día los romanos celebraban con gran pompa la ceremonia del Dios-Sol...y los altos dignatarios de la Iglesia Occidental resolvieron cambiar esa fiesta por celebrar el nacimiento de Jesús, de manera que el 25 de diciembre se impuso en todos aquellos países que tenían a Roma como centro espiritual”.

El mundo no cristiano continuó con sus usos y costumbres. Serbia continúa con su Navidad el 6 de enero. A primera hora el padre de familia sale para cortar una rama de roble que lleva a su casa donde lo recibe su esposa con miel y vino.

Por la noche, antes de la cena, se enciende la rama, se mete en la casa un poco de paja que se tira al suelo; la mujer y los niños imitan entonces el canto de los pájaros en el nido para llamar el bienestar y la abundancia. Ese día no se puede insultar, ni pelear, ya que es el día de reconciliación.

Los rusos son cosa aparte, ahí la Navidad es más conflictiva. Uno de cada cinco matrimonios se rompe en esas fiestas y los suicidios se disparan debido al excesivo consumo de alcohol y a las dificultades de convivencia.

Lo habitual, sin embargo, es que los rusos se reúnan y preparen unos ravioles siberianos rellenos de carne y verdura, o dulces y que los niños salgan disfrazados a las calles para cantar villancicos de puerta en puerta.

En muchos países asociamos hoy la Navidad con papá Noel y la bonita costumbre de regalar juguetes a los niños, aunque por cierto, mucha gente deja los regalos para el Día de Reyes, que coincide también con la Epifanía.

El 6 de enero, decíamos, no estaba circunscrito a la celebración religiosa. En Irlanda, por ejemplo, se celebraba antaño curiosa festividad, llamada “Women's Christmas”, que actualmente persiste en varias localidades, en las que los hombres asumen las actividades del hogar y dan a las mujeres el día libre.

Ojalá a nadie, por ninguna circunstancia, se le ocurra implantar esta festividad en México.
Gracias y hasta la próxima.

El oficio que más quiero

Ejercer el periodismo es enfrentarse a la vida de los otros. Y eso es una responsabilidad que debemos saber manejar.
No basta con preguntar y escribir como si esas historias nos fueran ajenas. Dejan de serlo en el momento mismo en que nos “entrometemos” —a veces sin permiso— en la cotidianeidad de un montón de personas que quieren contar sus experiencias a través de nosotros, los periodistas.
El quehacer periodístico es una actividad íntima y cada quien sabe si informa bien o mal, si habla de certezas o si las oculta. Ya lo dijo Ryszard Kapuscinski, los cínicos no sirven para este oficio.

Para escribir, decía Kapuscinski, basta con encontrar la primera frase. Ha de ser sencilla, como la entrada de un libro para niños. De la sencillez de esa frase saldrán, en cadena, las sucesivas. Serán siempre en su prosa, cortas y claras, de una concisión casi telegráfica. "Lo primero que llama la atención es la luz. Todo está inundado de luz. De claridad. De sol". Son las primeras líneas del libro de Kapuscinski sobre África. Perfecto autorretrato de su escritura.

De acuerdo con su diagnóstico, el máximo impedimento del periodista contemporáneo es el exceso de información irrelevante. En consecuencia, entendió su trayectoria como un ejercicio de pureza, no solo en un sentido moral sino técnico: la búsqueda de huesos en un bosque de apariencias. No es casual que sus reflexiones más personales llevaran el título de Lapidarium: palabras como una pulida colección de piedras.

Estos días releía a Kapuscinski, cuando decía que el verdadero periodismo es el intencional, o sea, el que aspira a lograr algún tipo de cambio.